II ETAPA EN EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN

Felipe Mejías, arqueólogo e historiador, se embaucó hace unos meses en la trepidante historia del campo que albergó la Vega Baja. A pesar de haber sido considerado como uno de los más notorios de España, escasos informes corroboran lo allí vivido. «La documentación que se conserva es nula, no existe documentación sobre el campo de concentración franquista».

Ya hay un plan de excavación que está llevando a cabo en el terreno donde estuvo el campo de concentración.

El pasado otoño empezó una muy fructífera primera fase en la que Felipe Mejías y su equipo encontraron varios objetos que pertenecieron a los presos: monedas, colgantes, botes de lentejas o de sardinas que fueron parte de su escasa alimentación.

Tenedor encontrado en las excavaciones del pasado otoño

Sin embargo, los vestigios más importantes eran de componente cálcico: «El año pasado encontramos varios restos óseos. En la zona donde apuntaba que había una fosa aparecieron restos de un cráneo y de una pierna», explica Mejías.

Este 30 de agosto, Mejías espera dar el pistoletazo de salida a una nueva etapa de investigación cuya meta es perimetrar el espacio para poder convertirlo en un lugar de memoria: «La idea es dar forma al campo y hacer que sea un espacio visitable, significativo», enumera. Y sobre todo, «buscar esas fosas comunes de las que todo el mundo habla».

Cabe destacar que dicho perímetro alcanza el medio millón de metros cuadrados.

Para la búsqueda se emplea un georradar de última generación de la Universidad de Cádiz. «El radar detecta estructuras con facilidad, pero las fosas son más difíciles de encontrar, es un terreno complicado, en cuanto excavamos metro y medio sale agua».

Terreno donde se llevan a cabo las excavaciones en San Isidro